😱  “Mis Hijos No Caben en su Cataluña”: Rufián Enfurece y Orriols Responde con Veneno

Gabriel Rufián se suma a los ataques a Sílvia Orriols

Todo comenzó como suelen comenzar las guerras modernas: con un tuit.

Una sola frase de Gabriel Rufián bastó para abrir una grieta gigantesca en el independentismo catalán: “Silvia Orriols es una fascista como Abascal.

La diferencia es la bandera.

” No fue un desliz.

Fue una sentencia.

Y cuando esa frase estalló en las redes, nadie volvió a mirar a otro lado.

Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll y líder de Aliança Catalana, respondió como se esperaba: con la misma dureza, con la misma agresividad que ha caracterizado su ascenso político.

Acusó a Rufián de oportunista, de banalizar el fascismo, de esconder su falta de convicciones detrás de ataques ideológicos.

Pero lo que dijo no fue tan importante como lo que no dijo: en ningún momento negó el núcleo de la acusación.

No defendió que su proyecto fuera inclusivo o plural.

Se centró en desacreditar, no en explicar.

Y ahí está la clave.

Porque lo que se juega aquí no es una simple diferencia de opiniones.

Es una guerra entre dos visiones radicalmente distintas de Cataluña.

Una Cataluña abierta, integradora, progresista.

La alcaldesa de Ripoll, Silvia Orriols, denunciada por delitos de odio

Y otra cerrada, excluyente, marcada por un discurso identitario que huele más a ultraderecha que a soberanismo.

Gabriel Rufián ha estado advirtiendo desde hace tiempo que algo se está gestando en los márgenes del independentismo.

Que hay quienes usan la estelada para disfrazar ideas que poco o nada tienen que ver con la libertad.

Que el enemigo ya no solo está en Madrid, sino que también se sienta en ayuntamientos catalanes, camuflado de “defensor del pueblo”.

Y cuando Orriols habla de una “Cataluña pura”, lo hace sabiendo perfectamente lo que eso implica.

Desde su llegada a la alcaldía de Ripoll, Orriols ha hecho de la inmigración el eje de su discurso.

Lo repite una y otra vez: Cataluña para los catalanes.

Pero ¿quién decide quién es catalán? ¿Qué pasa con los hijos de inmigrantes? ¿Con los castellanohablantes? ¿Con los catalanes que no se ajustan a su modelo de sociedad? Esa es la pregunta que Rufián pone sobre

la mesa, y lo hace sin miedo, sin rodeos, sin diplomacia.

Porque lo que está en juego no es solo el relato del independentismo, sino su alma.

¿Puede una causa que nació con la bandera de la libertad tolerar en su seno discursos que promueven la exclusión, el miedo y la intolerancia? Para Rufián, la respuesta es un no rotundo.

Y por eso su enfrentamiento con Orriols no es una disputa más: es una línea roja.

Pero hay un problema.

Orriols crece con cada ataque.

Cuanto más se la critica, más se fortalece entre sus seguidores.

Y eso es lo más peligroso de todo.

Junts se descuelga de la moción de censura para desbancar a Aliança  Catalana de la Alcaldía de Ripoll | Noticias de Cataluña | EL PAÍS

Porque lo que para muchos es fascismo, para otros es “valentía”.

Y mientras los partidos tradicionales se descomponen, Aliança Catalana gana espacio, visibilidad y poder.

La estrategia de Rufián es clara: no permitir que ese discurso se normalice.

Lo compara directamente con Vox porque, según él, el mensaje es el mismo.

Solo cambia la bandera.

Y lo cierto es que, al escuchar los discursos de Orriols, es difícil no notar las similitudes.

Mismo rechazo al inmigrante.

Mismo miedo al “otro”.

Mismo mensaje de “recuperar” una supuesta identidad perdida.

Y, sobre todo, la misma obsesión con el control y la pureza.

Rufián sabe que quedarse callado sería traicionar los principios que dice defender.

Por eso ha decidido plantar cara, aunque eso signifique meterse en el barro.

Lo hace con datos, con ironía, con la seguridad de quien tiene una responsabilidad histórica.

Para él, la pluralidad no es negociable.

No se puede construir una república libre sobre las cenizas de los derechos humanos.

Mientras tanto, el independentismo tradicional guarda un silencio incómodo.

Hay quienes ven con preocupación el ascenso de Orriols, pero no todos se atreven a decirlo en voz alta.

Temen dividir aún más a un movimiento ya fragmentado.

Temen perder votantes.

Pero Rufián ha optado por lo contrario: hablar.

Denunciar.

Gabriel Rufián y Silvia Orriols protagonizan un tenso enfrentamiento en  redes por las ayudas a la dependencia y las rápidas tramitaciones para  menas en Ceuta | Ceuta Ahora

Señalar.

Aunque eso signifique abrir nuevas grietas.

El impacto de esta confrontación no se limita a Cataluña.

Medios nacionales ya se han hecho eco del choque, mostrando al resto de España que el soberanismo no es un bloque homogéneo.

Que hay voces que apuestan por la convivencia y otras que solo quieren imponer.

Y que el fascismo no tiene una sola cara ni un solo idioma.

Puede hablar castellano… o catalán.

Las redes sociales han sido el campo de batalla.

Ahí se han lanzado los dardos más venenosos.

Ahí se han contado los retuits como si fueran votos.

Pero más allá del espectáculo, lo que queda es una pregunta incómoda: ¿qué tipo de país se quiere construir?

Rufián ya ha respondido.

Sílvia Orriols, la ultraderecha 'nostrada' de la Catalunya nostálgica |  lamarea.com

Quiere una Cataluña donde nadie sea señalado por su origen, su religión o su idioma.

Donde la bandera no tape el odio.

Donde la historia no se repita.

Para Orriols, en cambio, la prioridad es otra: proteger lo “propio”, cerrar filas, levantar muros.

Esta disputa es mucho más que un capítulo de política local.

Es un espejo de lo que está ocurriendo en toda Europa.

Una lucha entre quienes defienden la democracia y quienes la usan como trampolín para destruirla desde dentro.

Y si algo ha demostrado este choque es que, en tiempos de confusión, hay que llamar a las cosas por su nombre.

Fascismo no es una palabra cualquiera.

Es una advertencia.

Y Rufián, por muy polémico que sea, ha decidido lanzarla antes de que sea demasiado tarde.