💥 Silvia Intxaurrondo y Laura Arroyo desenmascaran a Ana Rosa Quintana: periodismo basura vs. periodismo valiente

Una tertuliana de TVE pide a Pedro Sánchez "intervenir" medios de  comunicación y "tocar" el Poder Judicial

Todo empezó como una de esas exclusivas que nacen con titulares llamativos y terminan cayéndose a pedazos.

The Objective publicaba que el exministro José Luis Ábalos habría protagonizado una juerga en el Parador de Sigüenza en 2021, con supuestos destrozos, restos de cocaína y prostitutas incluidas.

Una historia perfecta para alimentar el morbo y destrozar la imagen de un político en caída.

La noticia corrió como la pólvora: Telecinco, Telemadrid, redes sociales, tertulias, todos repitiendo el relato sin cuestionarlo.

El único problema era que todo era falso.

El propio Parador de Sigüenza desmintió la noticia de forma categórica.

Ni había registro, ni pagos, ni constancia alguna de que Ábalos se alojara allí.

Era mentira.

Pero ya era tarde.

Una periodista de la televisión de Pablo Iglesias pide en RTVE que Pedro  Sánchez intervenga el Poder Judicial ante el silencio de Silvia Intxaurrondo

Los medios de derecha habían hecho su trabajo: sembrar la duda, contaminar la opinión pública, manchar con el simple titular.

¿Y ahora? ¿Quién repara el daño? ¿Quién da explicaciones? Nadie.

Porque cuando se trata de tumbar al enemigo político, todo vale.

Ahí es donde entran Silvia Intxaurrondo y Laura Arroyo, dos periodistas que han demostrado que hacer periodismo no es leer un teleprompter o rellenar minutos de televisión con bulos prefabricados.

Silvia, con una intervención afilada y valiente, recordó que cuando vemos con nuestros propios ojos un genocidio, no necesitamos una sentencia judicial para llamarlo por su nombre.

Lo dijo en referencia al conflicto en Gaza, pero también como bofetada directa a los medios que callan, manipulan o se escudan en tecnicismos para no decir lo evidente.

Mientras tanto, Laura Arroyo puso el foco sobre el verdadero peligro de abrir los micrófonos a personajes como Vito Quiles, Fran Cuesta o Bertrán Ndongo.

Gente que no solo desinforma, sino que siembra odio, racismo, machismo y aporofobia con total impunidad.

“No todas las opiniones son respetables”, dijo Laura.

Y tenía razón.

Porque cuando alguien ataca sistemáticamente a colectivos vulnerables, eso no es libertad de expresión.

Es violencia comunicativa.

Quién es la tertuliana de TVE que llama a tomar el Poder Judicial?

Y esa violencia, hoy, tiene tribuna en demasiados platós.

La comparación con Ana Rosa Quintana fue inevitable.

Una figura que se presenta como adalid del periodismo, pero que ha sido señalada una y otra vez por blanquear informaciones falsas, dar cobertura a montajes como el Informe PISA —aquel que acusaba a Pablo

Iglesias de recibir dinero de Venezuela y que resultó completamente falso— y permitir en sus tertulias discursos que normalizan el odio.

¿Dónde está el periodismo ahí? ¿En qué momento la búsqueda de la verdad fue sustituida por la defensa de una agenda política encubierta?

Silvia y Laura no se quedaron en la crítica.

Fueron más allá: denunciaron con nombre y apellidos a medios y figuras que han convertido la manipulación en oficio.

Eduardo Inda, por ejemplo, el padre de tantos bulos, desde el falso documento de la cuenta de Iglesias hasta las invenciones que apuntaban a Podemos como financiado por Irán o Venezuela.

¿Consecuencias? Ninguna.

Porque esos mismos medios son protegidos por estructuras de poder económico y judicial que se benefician del caos que siembran.

La indignación crece cuando escuchamos a supuestos expertos en tertulias dando clases de “buen periodismo” mientras esparcen basura informativa sin contrastar.

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Así ocurrió con el jefe de opinión de OK Diario, que defendía su cobertura del “escándalo” de Ábalos sin aportar pruebas, sin registros, sin confirmaciones.

Puro humo convertido en noticia.

Pero basta con decir “exclusiva” y poner una música tensa para que millones lo crean.

Y es entonces cuando el valor de periodistas como Silvia y Laura se vuelve imprescindible.

Porque ellas no se acomodan, no se callan, no aceptan que el odio se disfrace de libertad ni que la mentira se revista de neutralidad.

Silvia pone sobre la mesa temas que casi ningún medio toca con claridad: Palestina, los crímenes de guerra, las cloacas del Estado.

Laura señala sin miedo a quienes usan su posición mediática para intoxicar la democracia.

Ambas lo hacen sabiendo que serán atacadas, que serán cuestionadas, que les cerrarán puertas.

Pero siguen.

Porque saben que el periodismo real molesta.

La lección fue brutal.

No por el tono, sino por el contenido.

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Porque desmontaron, una a una, las estrategias de manipulación que se repiten cada semana en los mismos platós, con los mismos tertulianos, con los mismos guiones disfrazados de análisis.

Porque dejaron en evidencia a quienes, como Ana Rosa Quintana, siguen vendiendo como información lo que no es más que propaganda con maquillaje.

Y porque recordaron que el periodismo no consiste en repetir lo que otros dicen, sino en contrastar, investigar y decir la verdad, incluso cuando no gusta.

Este es el periodismo que necesitamos.

El que no se pliega al poder.

El que no vende titulares prefabricados.

El que no calla frente al odio.

Y sí, puede que no gane tantos puntos de share como un plató lleno de bronca y ruido, pero gana en dignidad.

Y en tiempos como estos, eso vale más que cualquier trending topic.