🔥Sonsoles Ónega frena en seco a Antonio Naranjo por culpar a ancianos estafados: “¡No todo vale por audiencia!”

Sonsoles se indigna con Antonio Naranjo y se revuelve por su insultante  comentario: "¿Para qué trabajas?"

El programa del viernes en Y ahora Sonsoles prometía ser una denuncia social, una ventana para visibilizar el drama que viven cientos de personas mayores víctimas de la llamada “estafa de la soledad”.

Todo apuntaba a una emisión emotiva y necesaria… hasta que Antonio Naranjo, colaborador habitual, soltó la bomba que nadie esperaba.

Tras escuchar los testimonios de María y Marcos, dos personas devastadas por haber perdido sus ahorros en una supuesta inversión que prometía beneficios imposibles, Naranjo, lejos de mostrar empatía,

cuestionó el papel de las propias víctimas.

“Me solidarizo con ustedes, pero hay que prevenir.

Al fondo de todo esto hay codicia y ambición”, lanzó, dejando helado al plató.

El comentario fue como echar gasolina a un fuego latente.

Sonsoles Ónega, con el gesto serio y sin poder contenerse, lo paró en seco: “La gente puede hacer lo que le dé la gana.

Otra cosa diferente es que le timen”.

La frase fue clara, tajante y cargada de indignación.

Sonsoles Ónega corta de inmediato la intervención de Antonio Naranjo en  Antena 3: "Es peligroso"

Pero Naranjo, lejos de recular, insistió: “No les echo la culpa, pero que no se fíen de nadie.

No existen los duros a peseta, por muy seductores que sean los mensajes.

No existe la ganancia fácil”.

En ese instante, lo que era un debate pasó a convertirse en una batalla.

Carlos Kiles fue el siguiente en reaccionar, visiblemente molesto.

“¿Hablar de codicia? ¿Compararlo con la estampita? Esto es insultante.

Estas personas no fueron solo engañadas, fueron sometidas a una manipulación psicológica brutal.

Han sido vulnerables a una inyección criminal perfectamente orquestada”.

Sus palabras eran un retrato del hartazgo de quienes ven cómo, una vez más, se culpabiliza al débil por haber confiado.

Pero Naranjo seguía en su cruzada: “Todos queremos ganar más.

Esa es la motivación”, soltó como si nada.

Un colaborador se insigna con Sonsoles Ónega cuando escucha cómo le ha  llamado

La chispa final llegó cuando Sonsoles, harta de lo que consideró una falta de respeto, explotó con una pregunta cargada de ironía y verdad: “¿Tú para qué trabajas, Antonio?” El plató se quedó en silencio.

La tensión podía cortarse con un cuchillo.

“Ganar dinero no es codicia, es legítimo.

Lo que no es legítimo es aprovecharse de eso para engañar a la gente, y menos a los mayores que están solos”, añadió visiblemente indignada.

Antonio Naranjo intentó matizar que no pretendía responsabilizar directamente a las víctimas, sino llamar a la prevención.

Pero su insistencia en recalcar que “también hay una parte de responsabilidad en quien se deja estafar” solo echaba más leña al fuego.

Carlos Kiles le devolvió la provocación con una frase que incendió aún más el debate: “Cuando te apuñalan por la calle, ¿también tienes algo de culpa?”.

El sarcasmo era un dardo envenenado contra lo que muchos percibieron como una deriva peligrosa de culpabilizar a las víctimas para llenar minutos de tertulia.

Lo más alarmante del cruce no fue solo la falta de sensibilidad ante un caso de vulnerabilidad extrema, sino la insistencia en que “la ambición” justifica el riesgo.

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Se hablaba de personas mayores, muchas solas, que han caído en redes perfectamente diseñadas para manipularles emocionalmente, prometerles seguridad, atención y beneficios económicos.

En muchos casos, detrás hay llamadas continuas, voces amables, mensajes que suplen la ausencia familiar.

Y cuando confían, les roban hasta el último euro.

Decir que “por querer invertir” se justifica la estafa es como decir que el hambre justifica el envenenamiento.

Lo que ocurrió en Y ahora Sonsoles fue más que un debate incómodo.

Fue una radiografía cruda de cómo algunos discursos disfrazan de opinión lo que en el fondo es crueldad revestida de lógica.

Porque en esa mesa se discutía sobre personas que no solo perdieron dinero, sino también la confianza, la esperanza y en algunos casos, la salud.

Gente que no tiene red de apoyo y que cayó en trampas preparadas con precisión quirúrgica.

En ese contexto, hablar de “codicia” o de “ambición” resulta no solo inadecuado, sino profundamente injusto.

Y fue precisamente Sonsoles Ónega quien volvió a poner los pies en el suelo: “Esto no va de codicia.

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Va de soledad.

Va de personas a las que nadie protege.

Va de una sociedad que no cuida a los suyos y luego encima les culpa”.

Con esa frase, zanjó la discusión con la contundencia que pedía el momento.

Porque lo que más duele de esta historia no es que alguien cuestione, sino que lo haga desde una tribuna pública, frente a millones de espectadores, con la misma frialdad que mostraría un algoritmo.

Este momento ha dejado claro que hay líneas que no se pueden cruzar.

Que no todo vale por audiencia.

Y que cuando se habla del dolor ajeno, el mínimo respeto no es una opción, es una obligación.

Mientras las estafas siguen multiplicándose, mientras los timadores perfeccionan sus métodos y los mayores siguen cayendo en sus redes, lo mínimo que puede hacer un medio es no cuestionar su dignidad.

Y eso, por suerte, Sonsoles Ónega lo dejó bien claro.