🧨 Wyoming destroza a Abascal con solo una frase y pone en jaque a la ultraderecha española 🏛️

Wyoming ironiza sobre el discurso racista de Abascal sobre los menores  migrantes: "Les darán una comunidad, Castilla-La Mena"

Todo ocurrió durante una sesión de control al Gobierno que terminó siendo más una función teatral que un ejercicio democrático.

Santiago Abascal, líder de Vox, tomó la palabra desde la tribuna del Congreso con un guion escrito para el escándalo.

Llamó a Pedro Sánchez “indecente”, “corrupto” y “traidor”, palabras que resonaron más por su tono que por su contenido.

Pero lo verdaderamente revelador vino después: abandonó el hemiciclo como quien lanza el micrófono tras una actuación.

Nada de debate, ni réplica ni responsabilidad institucional.

Solo un portazo mediático.

Mientras algunos aplaudían su valentía, otros lo vieron como lo que realmente era: una huida.

Y ahí apareció el gran Wyoming, maestro de la sátira, con una frase demoledora: “Coño, este cobra más por minuto que yo.

” Con una sola línea, retrató lo que muchos piensan pero pocos se atreven a decir.

Wyoming: "Solo con escuchar a Abascal dan ganas de saltar la valla de  Melilla, pero en

Abascal no actúa como un político, sino como un actor en un sketch mal ensayado.

Y lo hace desde un escaño pagado con dinero público.

Wyoming no se quedó ahí.

Desde “El Intermedio”, siguió afilando su bisturí con ironía quirúrgica.

Señaló que Abascal pasa más tiempo frente a la sede del PSOE en Ferraz que frente al propio presidente en el Congreso.

Una observación que va más allá de la comedia: demuestra que la estrategia de Vox no es el diálogo ni la construcción, sino el espectáculo vacío.

Su lógica es clara: cuanto menos se discute, más se grita; cuanto más se abandona, más se viraliza.

Sandra Sabatés introdujo el segmento alertando sobre un fenómeno preocupante: el reemplazo de la política real por el marketing del escándalo.

Mientras Vox presiona al Partido Popular para una posible coalición, el precio que impone es alto: tolerar el desprecio por las normas básicas del parlamentarismo.

El silencio de Feijóo ante estas conductas no es neutral: es complicidad.

El Intermedio': El Gran Wyoming estalla irónicamente contra Santiago Abascal  por lo que llega a decir sobre la República

La frase de Wyoming se volvió viral no solo por su ingenio, sino porque tocó una verdad incómoda.

La política española está en un momento crítico.

Cuando un líder puede insultar, marcharse y aún así convertirse en titular del día, algo está roto.

No se trata de una anécdota más, sino de un síntoma de una enfermedad democrática que se normaliza con cada aplauso al populismo.

El Congreso, espacio sagrado de la democracia, se degrada cada vez que se usa como plató para provocar en lugar de legislar.

Wyoming, con su estilo inconfundible, pone el dedo en la llaga.

¿Qué tipo de líderes estamos permitiendo? ¿Qué ejemplo se da cuando el insulto sustituye al argumento y la ausencia se celebra como valentía? Frente a esta deriva, su humor funciona como resistencia, como

vacuna contra el cinismo.

Porque ridiculizar lo ridículo puede ser más efectivo que cualquier discurso.

La actuación de Abascal no es nueva.

El Gran Wyoming destroza a Abascal en una frase por lo que ha hecho en el  Congreso

Ya en anteriores ocasiones ha optado por abandonar el debate en lugar de enfrentarlo.

Su estrategia es evidente: generar clips virales, ocupar espacio mediático y victimizarse cuando se le critica.

Pero lo que no ofrece son propuestas, ni soluciones, ni disposición a construir.

Su presencia en el Congreso se reduce a generar titulares, no leyes.

Y mientras se aplaude su teatralidad, los problemas reales siguen esperando: sanidad, educación, vivienda.

Vox no propone, señala.

No debate, grita.

No escucha, se marcha.

Y eso, lejos de ser liderazgo, es una falta de respeto al pueblo que dice representar.

Ahí radica la importancia de voces como la de Wyoming.

Porque no solo se ríe de la impostura, la expone.

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Y cuando el autoritarismo se ve obligado a enfrentarse al ridículo, se tambalea.

El humor es arma política, y en manos como las de Wyoming, se convierte en herramienta de verdad.

Su comentario, disfrazado de chiste, es una acusación contundente: estamos pagando con nuestros impuestos a políticos que usan su tiempo no para servir, sino para actuar.

No es casual que Vox ataque a los medios: teme al espejo.

Y ese espejo es el que programas como “El Intermedio” colocan frente a sus líderes.

No se trata de una batalla entre ideologías, sino entre dos formas de entender la política: como un espacio de solución o como un teatro de confrontación.

Y si el Congreso se convierte en escenario, la democracia pierde fuerza.

Abascal no fue valiente, fue oportunista.

No se enfrentó al debate, lo evitó.

Y eso, en una democracia madura, no se aplaude: se señala.

El verdadero problema no es solo Vox, sino el ecosistema que lo permite.

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Cuando los medios reproducen sus intervenciones sin contexto, cuando la oposición modera su crítica por cálculo electoral, y cuando la ciudadanía se acostumbra al show, se consolida una cultura política que

desprecia el diálogo.

Ahí es donde el humor bien informado tiene un papel crucial.

Porque desenmascarar desde la risa no es banalizar, es resistir.

Wyoming ha demostrado que no hace falta elevar la voz para desmontar una farsa.

Basta con una frase.

Y esa frase ha calado porque sintetiza una verdad brutal: que la política española corre el riesgo de convertirse en entretenimiento barato.

Pero aún queda esperanza.

Aún hay quien exige altura.

Aún hay quien responde al grito con argumentos y al espectáculo con ironía.

Y eso es lo que más teme el poder autoritario: una ciudadanía que se ríe de sus imposturas y que exige más que una pancarta o un insulto.

La frase de Wyoming no es solo una burla, es un mensaje claro: la democracia no es un sketch, y quien la convierte en uno, pierde la legitimidad para representarnos.