La respuesta inesperada de La Mine Yamal a Messi que sacudió al mundo árabe

Todo comenzó con una frase lanzada casi de manera despreocupada por Lionel Messi durante una entrevista en Miami.

El astro, hablando sobre su carrera y el futuro del fútbol, deslizó entre sonrisas que los árabes “nunca han producido un genio”, argumentando que si así fuera, la historia lo recordaría.

Lo que para Messi pudo ser un comentario trivial, para muchos fue una declaración cargada de ignorancia y desconocimiento.

El fragmento se viralizó rápidamente, primero en Estados Unidos y luego en Europa, América Latina y el mundo árabe.

Mientras algunos reaccionaron con indignación y otros optaron por el silencio, la frase se instaló en los cafés, las escuelas y los campos de fútbol, donde se comenzó a debatir y cuestionar esa visión.

Sin embargo, el impacto mayor llegaría semanas después, en un evento sencillo en París.

Allí, La Mine Yamal, un joven talento de 18 años del FC Barcelona, hijo de inmigrantes marroquíes y ecuatoguineanos, participaba en una mesa redonda organizada por Adidas para jóvenes de entornos humildes.

Su historia personal, marcada por la lucha y la perseverancia en un barrio popular de Mataró, le daba una perspectiva única y auténtica.

Cuando un adolescente le preguntó directamente qué pensaba sobre las palabras de Messi, el ambiente se tornó tenso.

El moderador intentó desviar la conversación, pero el silencio ya era pesado y expectante.

Yamal, con humildad y sin preparación previa, tomó el micrófono y respondió con una verdad contundente.

“Decir que los árabes nunca han creado un genio es como decir que el cielo no tiene estrellas, solo hay que saber dónde mirar”, empezó, capturando la atención de todos.

Relató cómo creció en un barrio donde la vida no regala nada, donde su madre se levantaba antes del amanecer para trabajar, y su padre le enseñó a patear un balón con un balón viejo y agujereado.

Para él, un genio no es solo quien gana premios o inventa máquinas, sino quien encuentra la fuerza para mantenerse en pie cuando todo parece empujar a caer.

Con sinceridad desarmante, mencionó figuras históricas árabes como Ibn Sina, padre de la medicina moderna; Al-Juarismi, inventor del álgebra; e Ibn Khaldun, pionero en sociología, recordando que la historia a menudo decide qué nombres destacar y cuáles ocultar.

Pero no se quedó en el pasado.

También habló de genios contemporáneos como Rachid Yazami, inventor marroquí que desarrolló las baterías de iones de litio, y Elias Zerhouni, argelino que revolucionó la investigación médica en Estados Unidos.

Su mensaje fue claro: el problema no es la ausencia de genios, sino la falta de reconocimiento y visibilidad.

Con una mirada suave, Yamal compartió su experiencia personal, cómo fue etiquetado como “chico de barrio” con un nombre difícil de pronunciar y un acento que delataba su origen humilde.

Pero lo que lleva dentro, dijo, viene de sus raíces y de sus padres que sacrificaron todo por darle una oportunidad.

“No pido que le agradezcan a los árabes, solo que los miren.

Porque a fuerza de decir que los genios vienen de otro lado, terminamos haciendo creer a nuestros hijos que no pueden serlo”, concluyó, dejando la sala en un silencio respetuoso y conmovido.

Su discurso no fue un ataque ni un ajuste de cuentas; fue un espejo tendido con dignidad, sin ira pero sin concesiones.

La fuerza de sus palabras resonó mucho más allá de aquella mañana en París.

Un video con su intervención se filtró en redes sociales, alcanzando millones de vistas en cuestión de horas.

Fue compartido en TikTok, WhatsApp y medios de comunicación de todo el mundo árabe, España y Francia.

Profesores lo usaron en clase, jóvenes de barrios marginados encontraron en sus palabras un nuevo orgullo y esperanza.

Mientras tanto, el equipo de Messi intentó minimizar el impacto, alegando un malentendido y un comentario fuera de contexto, pero la ola no se detuvo.

Diarios árabes dedicaron portadas a Yamal, no por confrontar a una leyenda, sino por devolver la dignidad a una juventud habitualmente invisibilizada.

En universidades europeas, su discurso se estudió como un ejemplo de respuesta no violenta a discursos estigmatizantes.

Yamal, fiel a su carácter discreto, no volvió a hablar del tema públicamente, continuó entrenando y jugando con la misma humildad que lo caracteriza.

Sin embargo, en los mensajes que le llegan, sabe que su voz ha calado hondo.

Padres, profesores y jóvenes le agradecen por dar palabras a lo que muchos sentían pero no podían expresar.

En Adidas, la marca organizadora, surgieron ideas para campañas y eslóganes basados en su discurso, pero Yamal rechazó todo, afirmando que aquello no era propiedad de una marca sino de quienes lo sentían profundamente.

En ciudades como Marsella, Casablanca y Túnez, su mensaje se repite en aulas, entrenamientos y hogares, inspirando a quienes a menudo se sienten olvidados o subestimados.

Tres semanas después de aquel evento, aunque los medios hayan cambiado de tema, el video y las palabras de La Mine Yamal siguen circulando, recordándonos que la verdadera grandeza no reside solo en trofeos o fama, sino en la dignidad, la perseverancia y la capacidad de responder al odio con humanidad y verdad.

Yamal no buscó la polémica ni la fama, simplemente dio una lección sobre lo que significa estar a la altura, siendo ejemplo sin buscarlo, y con la fuerza tranquila de quien sabe que su historia importa.