30 años después de la desaparición de

Ilenia Carrisi en Nueva Orleans, un

investigador privado italiano llamado

Marco Vital recibe un sobreanónimo.

En su interior hay una fotografía

borrosa de una mujer rubia tocando la

flauta en una calle de Albuquerque,

Nuevo México.

Disfruta de la entrevista completa a Al Bano y Romina Power en El Hormiguero

Al reverso, solo dos palabras, ella

vive. Marco, veterano en casos

imposibles, reconoce algo en el rostro

de la mujer. La misma expresión serena y

misteriosa de Ilenia en sus fotos de

juventud.

Intrigado y conmovido, Marco decide

investigar.

Llega la 'Felicidad' para Romina y Albano: Vuelven juntos a España tras 16  años

Se pone en contacto con Albaño y Romina,

quienes han pasado décadas enfrentando

rumores, falsas esperanzas y dolor

constante.

Al principio, al baño se muestra

escéptico. Ya he enterrado esa

esperanza, dice. Pero Romina, con los

ojos llenos de lágrimas insiste en

Romina y Al Bano: «Podemos actuar juntos hora y media sin pelearnos»

seguir adelante. Si hay una posibilidad,

aunque sea mínima, la debo seguir como

madre.

Marco viaja a Nuevo México con la foto y

una copia del expediente policial

original.

Comienza entrevistando músicos

callejeros, trabajadores sociales y

vagabundos que podrían haber visto a la

Al Bano y Romina Power: crónica del eterno matrimonio musical

mujer. Nadie la llama Ilenia, pero todos

la conocen como Ilenia, una mujer

reservada que evita hablar del pasado.

Mientras Marco se adentra en este

misterio, comienza a sentir que algo más

profundo y peligroso se oculta tras esa

Al Bano y Romina Power, la historia del matrimonio que se convirtió en un  dúo musical de éxito | Europa FM

aparente coincidencia. ¿Es realmente

Ilenia o alguien está jugando con los

hilos del dolor? El eco del pasado ha

vuelto y esta vez exige respuestas.

En las calles polvorientas de

Albuquerque, Marco encuentra al primer

testigo clave, un saxofonista callejero

llamado Rey, quien ha tocado junto a

Vilenia durante años.

Es una mujer reservada, pero cuando toca

parece que su alma se escapa por la

música”, le dice Rey mientras limpia su

instrumento bajo el sol abrasador del

desierto.

Marco le muestra la foto de Ilenia

Carrisi.

Rey frunce el ceño.

Sí, podría ser ella, aunque más delgada,

más callada.

Nunca habla de su familia,

solo dice que vino del este hace mucho

tiempo.

Decidido, Marco visita el albergue donde

Ilenia ha dormido esporádicamente.

La administradora, una mujer mayor

llamada Teresa, le cuenta que Ilenia

llegó hace unos 10 años sin

identificación, sin pasado y con un solo

objeto personal, un viejo cuaderno con

citas escritas en varios idiomas.

Marco consigue verlo. En una página

subrayado con fuerza hay un verso de San

Agustín, “Ama y haz lo que quieras”.

La misma frase que Ilenia solía repetir

según una entrevista antigua de Romina.

Esa noche, Marco observa desde lejos.

Finalmente la ve, una mujer rubia de

unos 50 años con rostro curtido por el

sol y una mirada que parece esconder un

océano de secretos.

Toca la flauta en una esquina rodeada

por niños que bailan.

El parecido es innegable.

Marco toma una foto con su móvil, la

envía a Romina.

Minutos después recibe una respuesta.

Romina, es ella. Lo siento en mi

corazón.

Es mi hija. Pero el misterio apenas

comienza.

Ilenia no quiere ser encontrada.

Marco intenta acercarse a Ilenia al día

siguiente.

Se presenta como periodista italiano

interesado en músicos callejeros.

Ella lo mira fijamente sin parpadear.

No me gusta que me tomen fotos dicen un

inglés con leve acento.

Su voz es suave, casi apagada.

No lo haré. Solo quiero conocerte.

Responde Marco con cautela.

Ilenia asiente levemente, pero se

mantiene distante.

Le habla de la música, de los días

calurosos, de cómo los sonidos la ayudan

a olvidar.

El pasado está enterrado en el río, dice

de pronto.

Marco enmudece.

se refiere al Mississippi,

a su supuesta desaparición

o es una metáfora.

Más tarde, Marco se reúne con un

contacto en el laboratorio forense del

estado.

Gracias a una prueba de ADN hecha de

forma extraoficial, usando un vaso que

Ilenia arrojó al cesto, comparan la

muestra con la que Romina había

proporcionado años atrás al FBI.

El técnico lo mira serio y le dice, “Hay

coincidencia parcial.

No es concluyente, pero es fuerte.

Marco se siente atrapado entre la

evidencia científica y la intuición.

Esa noche llama a Romina.

Hay una posibilidad real, dice Romina.

Guarda silencio unos segundos, luego le

pide, no la presiones.

Si es ella, ha vivido muchas vidas en

estos años.

debes dejar que se acerque.

Mientras tanto, Ilenia, sola en su

habitación del albergue, ojea su

cuaderno.

En una página reciente ha escrito,

“Me llamo Ilenia, o al menos me llamaba

así. El pasado está despertando

y hay quienes no quieren que eso

suceda.”

En una noche silenciosa y cálida, Marco

recibe una llamada anónima.

Una voz distorsionada le advierte.

Aléjate de Ilenia.

No es lo que crees.

Ilenia está muerta.

Antes de que Marco pueda responder, la

línea se corta.

Perturbado, guarda el número y rastrea

la llamada.

Provino de una cabina telefónica a las

afueras de la ciudad. Decide ir al

lugar, pero solo encuentra un mural con

palabras pintadas con aerosol.

Algunas verdades deben permanecer

enterradas.

Mientras tanto, Ilenia se aleja del

albergue.

Una voluntaria Clara informa a Marco que

Ilenia se fue en la madrugada con una

mochila pequeña y su flauta.

Clara le entrega algo que Ilenia dejó

atrás, una hoja del cuaderno arrancada.

En ella, una sola línea.

Las sirenas también pueden callar.

Marco comienza a sentir que alguien más

sigue sus pasos.

Nota un auto negro aparcado cerca de su

hotel. Dos días seguidos,

el mismo hombre aparece en la cafetería

donde desayuna, luego en la biblioteca

pública.

Todo indica que alguien vigila tanto a

él como a Ilenia.

Romina lo llama.

Está decidida a viajar a Estados Unidos.

Si hay una mínima posibilidad, quiero

verla con mis propios ojos le dice al

baño. Sin embargo, se niega.

No quiero revivir todo otra vez.

No sin pruebas reales, responde con

dureza

Ilenia, ahora oculta en un refugio más

precario, mira una fotografía arrugada

de su adolescencia escondida en un

sobresellado.

Detrás alguien escribió, “Tú eres el

secreto que no debió escapar.

Ilenia ha desaparecido por completo.

Marco recorre cada rincón de albuquerque

sin éxito.

Nadie ha visto a la mujer rubia de la

flauta,

ni en los albergues, ni en las plazas,

ni en los comedores comunitarios.

Es como si se hubiera esfumado

otra vez. Pero una pista inesperada

llega desde un joven voluntario llamado

Miguel.

Hace unos días, Ilenia me pidió ayuda

para ir a un campamento en Taos.

Un sitio para mujeres que quieren

empezar de cero.

No dijo por qué, solo que necesitaba

silencio.

Marco viaja al lugar. Tras horas de

caminos polvorientos encuentra la

comunidad una vieja casa en la montaña

donde viven unas 10 mujeres que han

huído de pasados oscuros.

La directora, una terapeuta de voz firme

llamada Ingrid, le dice que nadie con

ese nombre está allí.

Pero cuando Marco le muestra la foto,

Ingrid se detiene.

No puedo darte su nombre, pero sí te

diré esto. Algunas heridas no deben

abrirse a la fuerza.

Mientras tanto, Romina ha llegado al

buquerque.

En sus ojos se mezclan esperanza y

temor.

Camina por las calles donde su hija fue

vista.

Toca la flauta que trajo consigo, una

réplica del instrumento que Ilenia

amaba.

Se sienta en la misma esquina donde

Ilenia solía tocar y espera.

Al otro lado de la ciudad, Ilenia

observa desde lejos, oculta bajo una

capucha.

Tiemble.

Sus dedos rozan su cuaderno donde ha

escrito algo nuevo.

Si la música me encontró, también lo

hará el pasado.

Una decisión se acerca y nadie saldrá

ileso.

Romina permanece en la esquina por

horas, sin moverse, sin hablar.

Solo toca la flauta, una melodía suave

que alguna vez Ilenia improvisó de niña.

La música flota en el aire como un

puente invisible entre madre e hija.

Marco, oculto a una distancia prudente,

observa todo. Sabe que Ilenia está

cerca.

La ha visto con su abrigo gris y su

mirada esquiva, siguiendo a Romina en

silencio desde la otra acera. Pero

Ilenia no se atreve a cruzar.

A cada nota, sus ojos se humedecen, sus

manos tiemblan.

La melodía rompe algo dentro de ella.

Finalmente, cuando la calle comienza a

vaciarse al atardecer, Ilenia da un

paso.

Luego otro. Romina levanta la vista y

sus ojos se encuentran.

El tiempo se detiene.

Ilenia no dice su nombre,

solo susurra.

¿Por qué has venido?

Romina se levanta lentamente como si

temiera que un movimiento brusco hiciera

desvanecer aquel momento.

Porque nunca dejé de buscarte, aunque el

mundo entero me llamara loca. Ilenia

baja la cabeza.

No soy quien tú piensas.

Yo me perdí hace mucho.

Romina acaricia su rostro con ternura.

Entonces, déjame ayudarte a encontrarte

otra vez. Se abrazan temblorosas.

La ciudad desaparece.

Solo quedan ellas dos. Desde un coche

oscuro. Dos figuras observan la escena

con binoculares.

Uno murmura.

Esto complica todo. Al día siguiente,

Marco recibe un sobre en su hotel.

Dentro hay una nota. Si sigues con esto,

desaparecen los tres.

El pasado ha despertado y no todos están

dispuestos a dejarlo salir. Tras el

reencuentro, Ilenia acepta hablar con

Romina en privado.

En una pequeña habitación del albergue,

madre e hija se sientan frente a frente

por primera vez en más de 30 años.

Mi nombre legal ya no es Ilenia”, dice

Ilenia con voz baja.

Lo cambié en 1997

cuando salí del hospital.

Romina contiene las lágrimas.

¿Qué te pasó? Ilenia respira hondo. Caí

al río esa noche.

Sobreviví, pero no quería volver.

Ya no podía.

No soportaba las expectativas, el peso

del apellido, la culpa.

hace una pausa, luego añade, “No fue un

accidente.

Me lancé.”

Romina queda paralizada.

“¿Querías morir?”

Ilenia asiente.

Quería desaparecer.

Mientras tanto, Marco analiza la nota

amenazante.

Llama a un exagente del FBI que le debe

favores.

Lo que descubre lo deja helado. Hay

registros sellados de una paciente sin

identidad internada en un hospital

psiquiátrico de Luisiana entre 1994 y

1997.

Fue trasladada por una organización

privada dedicada a rehabilitar personas

sin documentos ni memoria.

El hospital cerró años después y los

archivos desaparecieron.

Pero Ilenia, con los ojos secos, le

responde,

“Si me encuentran, me van a quitar otra

vez y esta vez no me van a devolver.

Hay algo más detrás de su desaparición,

algo mucho más oscuro.

Marco viaja a Luisiana siguiendo la

pista del hospital psiquiátrico cerrado.

En los archivos del estado encuentra

solo referencias borrosas. Una paciente

octubre del 93, ingresada en enero de

1994,

sin familia conocida, diagnosticada con

amnesia traumática.

Dado de alta en 1997,

destino confidencial.

Marco empieza a atar cabos. Alguien

ocultó deliberadamente la identidad de

Ilenia y alguien sigue queriendo que su

existencia no se confirme.

Romina, entre lágrimas abraza a su hija.

Tú sigues siendo mi niña.

No importa lo que pasó, pero un antiguo

celador, ahora jubilado, accede a hablar

con él. Esa chica, hablaba italiano a

veces decía llamarse Ilenia, pero

después lo negaba.

tenía miedo constante

y cada vez que alguien venía a verla se

ponía peor.

Alguien la visitaba, pregunta Marco.

Una vez al mes. Un hombre elegante,

acento europeo.

Nunca dijo su nombre, pero pagaba bien

para mantenerla en calma.

De vuelta en albuquerque, Ilenia empieza

a inquietarse.

Desde el encuentro con Romina ha notado

sombras que la siguen,

personas que parecen aparecer donde ella

va. Una noche encuentra su cuaderno

abierto con una página arrancada.

Romina le propone volver juntas a

Italia,

no para enfrentar la prensa,

solo para sanar, para estar en paz. Pero

Ilenia se niega.

Italia me mataría

allí. No soy una persona, soy un símbolo

y los símbolos no pueden tener heridas.

Marco recibe un mensaje cifrado de su

contacto del FBI.

El caso Ilenia fue clasificado en 1998

por presión diplomática.

Hay intereses grandes detrás.

No sigas.

Esa misma noche, el auto de Marco es

forzado.

Dentro alguien deja una copia

carbonizada del pasaporte de Ilenia con

una fecha de renovación en 1999.

Todo indica una cosa. Ilenia nunca fue

oficialmente dada por muerta,

solo desapareció. En los registros

también.

La tensión crece.

Ilenia sabe que su presencia en

Albuquerque ha despertado a quienes

siempre quisieron que su historia

quedara enterrada.

Personas con poder, tal vez conectadas a

su pasado en Nueva Orleans o incluso más

arriba.

“Yo vi algo aquella noche”, le dice a

Marco en voz baja.

Algo que no debía ver. No fue solo una

crisis personal.

Romina insiste en protegerla, pero

Ilenia siente que cualquier movimiento

puede ponerlas en peligro.

A ti también te están siguiendo, le

dice.

No eres invisible, mamá. Marco prepara

un plan de emergencia, llevarlas a una

casa segura en las afueras de Santa Fe,

con ayuda de su contacto en el FBI.

Pero cuando van a salir de Albuquerque,

descubren que alguien ha saboteado el

auto. Una nota en el Parabrisas dice,

“No hay regreso para los fantasmas.”

Esa noche, Ilenia finalmente confiesa

toda la verdad.

En 1994

estaba con alguien, un hombre

influyente, casado, muy conocido.

Había dinero, drogas y secretos que

podían destruir reputaciones.

Aquella noche en el río no fue un

accidente ni un suicidio.

Fue una advertencia.

Silencio.

Me salvaron. Sí, pero me callaron.

Me encerraron.

Me rehicieron.

Romina, rota por dentro, le responde con

voz firme,

“Ya no eres un secreto,

eres mi hija y te vas a levantar.”

Al día siguiente, Marco recibe un

mensaje. La prueba de ADN completa ha

llegado desde Italia.

Resultado, coincidencia del 99,98%.

Ilenia Carrisi vive, pero ahora deberán

luchar para que no vuelva a desaparecer.

Con la prueba de ADN confirmada, Marco

prepara un informe completo.

Planea entregarlo a las autoridades y al

consulado italiano.

Romina, emocionada y temerosa a la vez,

quiere hacer público el hallazgo,

no para los medios, sino para que nadie

más diga que está muerta.

Pero Ilenia se opone.

No quiero volver a ser Ilenia Carrisi.

Esa joven murió en 1994.

Yo soy Ilenia ahora.

He sobrevivido al silencio, al olvido, a

mí misma.

No me devuelvan a una vida que nunca fue

realmente mía. Romina comprende, aunque

le duela.

Entonces te protegeré en tu nuevo

nombre, pero como madre no voy a

esconderte más.

Esa noche, un intento de irrupción en la

casa segura obliga a actuar.

Marco recibe un aviso del FBI. Hay un

grupo moviéndose,

gente que aún cree que Ilenia podría

hundir carreras si habla.

Ya no están interesados en el silencio,

están interesados en desaparecer la otra

vez. Deciden irse.

Dejan todo atrás.

Con nuevas identidades, Ilenia y Romina

cruzan la frontera hacia Canadá, luego a

Europa del Este. Nadie sabe con certeza

dónde están.

Marco, por su parte entrega un informe

incompleto sin revelar la ubicación de

Ilenia, pero incluye la prueba de ADN.

La verdad, aunque parcial, ya no puede

ser negada.

Semanas después, en un pequeño pueblo de

montaña, una mujer rubia toca la flauta

en una plaza vacía.

Una melodía suave, libre.

Una niña pequeña se le acerca y deja

caer una moneda en su estuche.

La mujer sonríe y le susurra,

“Gracias,

yo también estoy empezando de nuevo.