El personaje de Kiko habló con nosotros
sobre la relación extramatonial que él
sostuvo con Florinda Mesa.
Carlos Villagrano recibió en la
comodidad de su casa para hablar de los
escándalos. Uno de los grandes temas es
la relación extramarital que sostuvo con
Florinda Mesa.
Realmente la relación entre Florinda y
usted se dio cuando usted estaba casado?
Sí, se dio.
Carlos Villegran asume los comentarios
que hizo en su momento en contra de
Chespirito.
Kiko, a sus 81 años finalmente revela la
terrible verdad sobre doña Florinda.
Después de décadas de silencio, ha
decidido revelar todo. Una de las
mujeres más polémicas del mundo del
espectáculo, Florinda Meza, conocida
mundialmente como doña Florinda, una
mujer que detrás de su peinado rígido y
su voz altiva escondía una historia de
manipulación, engaños y relaciones
íntimas con casi todos los hombres del
elenco del Chavo del Ocho. Una mujer
que, según Kiko, no dudó en destruir
hogares, utilizar su cuerpo como
herramienta y seducir hasta alcanzar el
poder máximo, quedarse con Chespirito.
Prepárate para escuchar lo que nadie
jamás se atrevió a contar. Esta es una
historia exclusiva jamás contada en
televisión. No olvides dejar tu opinión
en los comentarios, darle like y
suscribirte. Según los impactantes
testimonios de Carlos Villagrán, el
eterno Kiko, Florinda Meza nunca fue esa
mujer respetable que la televisión
vendió durante años.
No, según sus propias palabras, ella era
una mujer sin escrúpulos, vulgar,
calculadora y sí, una destructora de
hogares. Kiko asegura que conoció a
Florinda mucho antes de que se hiciera
famosa y lo que vio lo marcó para
siempre. Florinda no venía del teatro,
venía de la calle, de moverse con
hombres, de usar su cuerpo como pase
directo al siguiente escalón, habría
dicho Villagrán en conversaciones
privadas que hoy salen a la luz. Desde
los primeros años de su juventud, según
esta investigación, Florinda ya había
entendido que su cuerpo era su arma más
poderosa. En fiestas privadas, estudios
independientes y pasillos de Televisa,
pasó de mano en mano, de cuarto en
cuarto, siempre dejando claro que ella
quería llegar y que llegaría cueste lo
que cueste. El patrón se repetía,
aparecía en fiestas con productores, se
dejaba ver con actores conocidos y
siempre, de forma casi mágica, tenía un
nuevo contacto, una nueva oportunidad,
un nuevo nombre que la acercaba a la
televisión. Uno de esos nombres fue
Carlos Villagrán. El mismo ha confesado
que fue víctima del encanto manipulador
de Florinda Meza, que cayó en sus redes
una noche después de una grabación
menor, cuando ella se le acercó con una
voz suave y una promesa disfrazada. “Tú
podrías estar en televisión más seguido
si me ayudas.” Kiko fue uno de tantos.
Una noche en un hotel de insurgentes fue
suficiente para que él se diera cuenta
que no había amor, no había deseo real,
solo estrategia. Fui parte de su juego,
ha dicho con vergüenza. Como tantos
otros, Florinda iba subiendo y con cada
hombre dejaba un rastro de rumores,
tensión y sospechas.
Elenco tras elenco, proyecto tras
proyecto, fue acercándose al núcleo del
entretenimiento mexicano. Fue entonces
cuando entró a un programa piloto que
cambiaría su vida, El Chavo del Ocho.
Allí, según las declaraciones reveladas,
comenzó una etapa aún más sucia. Kiko
asegura que Florinda Meza se involucró
íntimamente con Rubén Aguirre, profesor
Jirafales, Edgar Vivar, el señor Barriga
e incluso con un asistente de producción
antes de fijarse en el objetivo final,
Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, pero
esta vez no se ofreció como antes. Sabía
que con Chespirito había que hacer un
papel diferente, el de la mujer digna,
imposible, inaccesible.
Por eso, al inicio se hizo la que no
quería. Nada. Se alejaba. fingía recato.
Se mostraba como la única decente y así
se ganó el respeto de todos mientras
seguía jugando su doble juego en
silencio. Pero algo cambió. Chespirito
comenzó a desinteresarse. La veía como
una actriz más, una cualquiera. Y
Florinda, al ver que se le escapaba el
pez más grande, tiró la máscara. Se
ofreció, se regaló y lo hizo con tal
intensidad que Chespirito cayó sin saber
que estaba siendo usado por una mujer
que ya había pasado por todo su equipo.
No fue amor, fue estrategia, fue
negocio. Florinda Meza lo atrapó porque
sabía que en él estaba el poder. Afirma
Kiko. Lo más doloroso no fue la traición
al elenco, fue que Chespirito dejó a su
esposa, una mujer que había estado con
él toda la vida por alguien que ya había
estado con media televisora. Roberto fue
ciego, fue ingenuo, fue utilizado, dice
Kiko con tristeza. Y esto apenas
comienza. En los próximos capítulos te
contaremos cómo Florinda Meza se
convirtió en la reina del elenco, como
hizo que muchos actores fueran
marginados y como usó su relación para
controlar el mundo creado por
Chespirito. ¿Y tú qué opinas de esta
versión jamás contada? ¿Crees que
Florinda Meza usó su cuerpo para llegar
al poder? ¿Fue víctima o villana?
Déjanos tu opinión en los comentarios.
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perderte los próximos capítulos que aún
guardan revelaciones más fuertes. A mis
81 años puedo decir que viví cosas que
nadie se imagina. Y si hoy estoy
contando esta historia es porque ya no
me queda miedo. Lo que estoy a punto de
revelar cambiará para siempre la imagen
que muchos tienen de doña Florinda, o
mejor dicho de Florinda Meza, porque
detrás de esa figura dulce de madre
protectora se esconde una mujer que supo
jugar con todos para llegar a lo más
alto. Y yo, Carlos Villagrán, lo viví
muy de cerca. Muchos creen que Florinda
Meza apareció de la nada y que
Chespirito fue su gran descubridor, pero
no fue así. Ella venía intentando entrar
al mundo del espectáculo desde muy
joven. No era fácil. México en los años
60 era un campo de batalla para las
actrices jóvenes, sobre todo si no
tenías apellido, fortuna o una carrera
de teatro detrás. Florinda, que venía de
una familia común, no tenía más opción
que abrirse camino como pudiera. Y fue
entonces cuando comenzó su verdadera
estrategia. No estoy diciendo que lo
planeó todo desde un inicio, pero con el
tiempo se volvió experta en leer a los
hombres que podían impulsarla. Su
belleza era innegable, pero más poderosa
era su habilidad para manipular, para
seducir sin que lo notaras. Iba a
Castings, conocía productores, se hacía
notar. No pasaba mucho tiempo antes de
que alguno la invitara a tomar algo, a
un ensayo, a un hotel. Y Florinda
siempre decía que no. Al principio se
hacía la digna, la mujer seria, pero
todo era parte de su plan. sabía que
cuando se hacía la difícil, los hombres
se obsesionaban más y cuando ya los
tenía en la palma de la mano daba el
siguiente paso. Antes de llegar a
trabajar con Chespirito, Florinda ya
había pasado por varios sets. Lo que la
gente no sabe es que estuvo involucrada
sentimentalmente con al menos tres
productores de televisión. No estoy
hablando por rumores. Lo vi yo, lo viví
yo y lo supimos todos los del elenco.
Ella misma lo insinuaba en los pasillos
cuando hablaba de cómo había conseguido
una oportunidad o un papel. Era sutil,
pero lo dejaba claro. Una vez, mientras
grabábamos los primeros sketches del
Chavo del Ocho, me lo dijo en voz baja,
“Aquí nadie llega lejos si no sabe jugar
con los de arriba.” y lo decía con una
frialdad que me dejó helado, porque yo
ingenuo aún creía que el talento
bastaba. Florinda se involucró con
técnicos camarógrafos, incluso con
actores de otras producciones. Sabía que
cada paso la acercaba a algo más grande,
pero lo que nunca imaginé fue que un día
pondría los ojos sobre mí. Yo en ese
entonces era un hombre joven popular por
mi personaje y no lo niego. Me gustaba
la atención, pero lo que ella hizo
conmigo fue diferente. Me envolvió, me
hizo creer que me quería, me mandaba
cartas, me traía café, me acariciaba la
mano en los descansos y cuando nos
quedábamos solos en los camerinos, su
tono cambiaba. Se volvía intensa, dulce,
irresistible. Caí, sí, caí. como un
tonto. Tuvimos una relación. No duró
mucho, pero fue lo suficiente para que
yo me ilusionara. Le decía que podíamos
estar juntos fuera del programa. Ella
sonreía, pero no decía nada. Siempre
tenía un compromiso, una reunión, una
excusa. Y poco a poco me fui dando
cuenta de que yo no era el único.
Florinda jugaba a dos, tres bandas, a
veces llegaba al foro con la camisa de
algún otro actor o con joyas que no
podía haberse comprado sola.
Las señales estaban ahí y yo no quería
verlas, pero lo más impactante fue
cuando comenzó a acercarse a Chespirito.
Al principio él la veía como una actriz
más una del montón, pero ella empezó a
usar su viejo método. Se hacía la
difícil. No aceptaba sus invitaciones,
rechazaba escenas, se quejaba del guion,
lo enfrentaba y eso, lejos de molestar a
Roberto, lo atrapó. Chespirito estaba
acostumbrado a mujeres que le decían que
sí. Florinda, en cambio, le decía que no
y eso fue suficiente para que se
obsesionara. El resto es historia
conocida. Chespirito dejó a su esposa, a
su familia por ella. Pero lo que pocos
saben es que antes de entregarse a
Florinda, él le suplicó atención durante
meses. Y cuando por fin ella aceptó
estar con él, fue bajo sus condiciones.
Se convirtió en su pareja, pero también
en su sombra. su consejera, su
manipuladora.
Años después entendí que Florinda no
estaba enamorada de mí, ni de Roberto,
ni de nadie. Estaba enamorada del poder,
del control, de la fama. Utilizó a todos
los hombres que pudo para llegar al
lugar que tanto deseaba y cuando lo
logró, se aseguró de no soltarlo jamás.
Hoy lo cuento porque ya no me duele, ya
no me afecta, pero sé que muchas
personas que nos vieron crecer con el
Chavo del Ocho merecen conocer esta
verdad. La verdad detrás del personaje.
La verdad de la mujer que destruyó
hogares que humilló a compañeros que
manipuló desde el primer día. Y esta es
solo una parte de lo que sé. El
verdadero infierno vino después cuando
Florinda se adueñó del legado de
Chespirito, borrando del mapa a todos
los que alguna vez le hicimos sombra. Me
costó mucho entenderlo. Era joven,
ingenuo. Pensaba que el amor era algo
sincero, algo que uno se ganaba con
detalles, con respeto, con tiempo. Pero
con ella no era así. Florinda jugaba en
otra liga. Sabía cómo manejar los hilos,
como manipular, como envolverte con
dulzura para luego ponerte de rodillas
si era necesario. Su forma de ver la
vida era cruda, ambiciosa, directa. Ella
no quería amor, quería poder y lo peor
es que lo consiguió a su manera. Después
de mi enamoramiento ciego, empecé a ver
cosas. Escuchaba comentarios entre el
equipo, rumores, secretos que no se
decían abiertamente, pero que flotaban
en el ambiente como un perfume amargo.
El director técnico hablaba de ella en
susurros. Un camarógrafo aseguraba
haberla visto saliendo de la oficina de
un productor en plena madrugada. Otro
afirmaba que antes de entrar al elenco
del Chavo, Florinda ya había tenido sus
vueltas con gente de Televisa. ¿Quién
era ella realmente? ¿Una actriz con
talento o una estratega con piel de
oveja? Poco a poco empecé a juntar
piezas. Una tarde, mientras estábamos en
el set, la vi discutir con Rubén
Aguirre. No era una pelea profesional,
había pasión, celos, acusaciones. Luego
supe que habían tenido un encuentro
meses atrás antes de que ella se metiera
de lleno con Roberto Gómez Bolaños.
Nadie lo sabía, nadie se atrevía a
decirlo en voz alta, pero todos lo
intuían. Luego vinieron las visitas
nocturnas. Ella llegaba tarde al
camerino de Carlos Villagrán, al mío. A
veces solo a conversar, a veces no. Todo
era parte del juego. No sé cuántos del
elenco realmente cayeron. Algunos fueron
discretos, otros, como Ramón Valdés,
simplemente la evitaban. Él tenía un
sexto sentido para ese tipo de mujeres.
Decía que no le gustaban las víboras
disfrazadas de paloma y tenía razón.
Pero el gran golpe, el movimiento
maestro de doña Florinda, fue cuando
logró acercarse a Chespirito. Y no fue
por amor. Al principio lo evitaba. Le
hacía creer que no estaba interesada, le
ponía límites, lo trataba con frialdad.
Todo era parte de su plan, hacerlo
desearla, hacerle sentir que ella no
estaba a su alcance. Hasta que
finalmente, cuando él comenzó a
rendirse, fue ella quien dio el paso.
Apareció en su casa, se le insinuó, se
entregó y a partir de ahí su vida cambió
para siempre. A mí me dolió verlo porque
aunque ya no sentía amor por ella, me
dolía ver cómo destruyó a una familia.
La esposa de Chespirito, Graciela
Fernández, era una mujer noble,
discreta, nunca buscó protagonismo,
nunca quiso fama. Era su compañera de
toda la vida, la madre de sus hijos.
Pero eso a Florinda no le importó, le
dio igual. Lo único que le interesaba
era asegurarse un lugar a su lado. Y lo
logró. Florinda se convirtió en la mujer
más poderosa del elenco. Nadie se
atrevía a contradecirla. Sus decisiones
eran ley. Si no le gustaba una escena,
se cambiaba. Si quería más líneas, se
las daban. Si no quería que alguien
apareciera en un episodio, lo
eliminaban. Era ella quien mandaba, ¿no?
Roberto. Y todo el mundo lo sabía. Yo me
fui del programa porque ya no podía más.
Había perdido el respeto por ese
ambiente. No podía actuar con alguien
que había utilizado su cuerpo como
moneda para escalar, que había
traicionado a tantas personas solo para
brillar, que había manipulado a Roberto
hasta el punto de hacerlo olvidar a su
propia familia. Me dolía, me llenaba de
rabia, pero también de impotencia.
Pasaron los años, yo seguí mi camino,
aunque siempre con ese recuerdo. A veces
la gente me preguntaba qué había pasado
en realidad, por qué me fui, si tenía
problemas con Chespirito. Y yo siempre
respondía lo mismo. No fue él el
problema. Fue ella. Ella cambió todo.
Ella pudrió el ambiente. Ella rompió lo
que antes era una familia. Ahora con 81
años ya no tengo miedo de decirlo,
porque la verdad no se puede ocultar
para siempre. Porque la gente merece
saber quién fue realmente doña Florinda.
No la señora digna que aparecía en
pantalla, no la madre estricta del
chavo, sino la mujer calculadora que
destruyó hogares, manipuló destinos y
usó el poder del deseo para alcanzar sus
metas. Y lo más irónico de todo es que
al final ni siquiera fue feliz. Porque
la culpa no se borra con fama, porque el
respeto no se compra con escenas y
porque quien sube trepando sobre otros
termina cayendo solo. Yo solo soy Kiko,
el payaso que inflaba cachetes y lloraba
por todo. Pero también fui testigo de la
parte más oscura del Chavo del Ocho. Y
hoy por fin me atrevo a contarlo. A mis
81 años no busco venganza ni gloria,
solo la tranquilidad de haber hablado
antes de partir. Esta es la parte más
difícil de contar, porque aquí ya no se
trata de rumores, sino de lo que vi con
mis propios ojos, de lo que viví desde
adentro, del daño silencioso que una
mujer con sed de poder fue capaz de
causar. Porque Florinda Meza no solo se
metió con todos, también logró destruir
al hombre más importante de nuestro
elenco, al que nos unía, al que daba
todo por el proyecto, Roberto Gómez
Bolaños. Él era un genio, pero como
muchos genios, tenía una debilidad. El
corazón. Florinda se dio cuenta de eso.
Primero lo sedujo con miradas, luego con
lágrimas. Se hacía la víctima. Decía que
todos la querían usar, que nadie la
valoraba, que solo Roberto la
comprendía. Y Roberto, que era un alma
buena, cayó redondo. Mientras todos
sabíamos que ella había pasado por
varios de nosotros. Él pensaba que la
estaba rescatando.
No se dio cuenta que en realidad él era
el último escalón. Cuando comenzaron su
relación, muchos pensamos que era una
etapa pasajera, pero no. Ella se metió
de lleno en su vida, en su trabajo, en
su hogar. Hasta se interpuso entre él y
su esposa. Fue una bomba que explotó
lentamente. Dejó a su mujer, se alejó de
sus hijos y Florinda lo convenció de que
el resto del elenco estaba en su contra.
Nos echó la culpa de sus fracasos. Nos
dividió. Yo fui el primero en irme. No
podía soportar como ella lo manipulaba y
no fui el único. Ramón Valdés, el alma
del programa también se fue. No por
dinero, no por fama, se fue por
dignidad, porque Florinda le faltó el
respeto, lo humilló y encima lo acusó de
cosas que no eran ciertas. Lo más triste
fue ver como Roberto lo permitió. Se
quedó callado por ella. Pero lo que más
me duele recordar es como Florinda se
convirtió en una sombra oscura que todo
lo controlaba. Revisaba los guiones,
censuraba bromas, exigía protagonismo.
De pronto, doña Florinda tenía más
escenas que la Chilindrina, que Don
Ramón, que yo. Todo giraba en torno a
ella. El programa dejó de ser lo que
era. Perdimos la esencia, perdimos la
risa y cuando el programa empezó a
decaer, no buscó soluciones, buscó
culpables y ahí estábamos todos, otra
vez, los que no nos dejábamos manipular.
Roberto se quedó solo, encerrado en una
burbuja creada por ella. Murió creyendo
que hizo lo correcto, pero la verdad es
que murió sin darse cuenta del daño que
permitió. Y lo más triste es que lo hizo
por amor. A veces me preguntan si aún le
guardo rencor a Florinda. No le guardo
lástima porque destruyó tanto que al
final se quedó sola. Ya no la llaman
para trabajar. Nadie la busca. Y quienes
la recuerdan lo hacen con una mezcla de
rechazo y compasión. Porque así como usó
su cuerpo para escalar, también usó su
ego para caer. Y eso no se perdona. La
última vez que la vi fue en un homenaje
a Roberto. Ella sonreía, hablaba de él
como si hubiera sido su musa, su
protectora, su gran amor. Yo solo la
miré, no dije nada, no era el momento,
pero dentro de mí solo pensaba en todo
lo que le había arrebatado.
No solo a mí, a todos, al público, a los
niños, a la televisión. Le arrebató a
Roberto su familia, su esencia y su
legado. Hoy, al final de esta historia,
no busco que la odien, busco que la
conozcan, que entiendan cómo alguien
puede disfrazarse de madre ejemplar en
pantalla y ser todo lo contrario tras
bambalinas. que no todo lo que brilla es
oro y que detrás de cada sonrisa de doña
Florinda había una estrategia, un
cálculo, un objetivo. Yo no soy
perfecto. Cometí errores, pero nunca
destruí a nadie por ambición. Ella sí. Y
por eso hoy quiero que tú, que estás
viendo este vídeo, me digas qué piensas.
¿Crees que todo esto fue justo? ¿Crees
que se puede perdonar a alguien que usó
a todos para llegar a la cima? Déjame tu
comentario, suscríbete para que más
gente conozca esta verdad y no olvides
dejar tu like si esta historia te ha
impactado. Porque solo así, después de
tantos años de silencio, la verdad de
Kiko y del elenco del Chavo del Ocho
dejará de estar oculta y vivirá en la
memoria de quienes aún saben reconocer
el valor de la honestidad. M.
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