¡CINTORA ESTALLA COMO NUNCA ANTES! SU BRUTAL ATAQUE A LOSANTOS CONMOCIONA TVE

El mundo del periodismo español vivió uno de sus momentos más tensos y encendidos cuando Jesús Cintora, conocido por su estilo moderado pero incisivo, estalló en directo contra Federico Jiménez Losantos.

La chispa que encendió la polémica fue el fallecimiento del Papa Francisco, un líder admirado por su defensa de los pobres, el medio ambiente y la justicia social.

Durante su programa de radio, Losantos no solo criticó al pontífice, sino que lanzó una serie de insultos y burlas crueles que traspasaron todos los límites del respeto.

Ante esto, Cintora decidió no quedarse callado.

Desde su espacio en “Malas Lenguas” en La 2 de TVE, respondió con una dureza pocas veces vista, denunciando la falta de humanidad y el deterioro del debate público en España.

Su intervención no pasó desapercibida, convirtiéndose en un símbolo de resistencia ética ante la creciente ola de odio en los medios de comunicación.

Desde el primer minuto de su intervención, Jesús Cintora dejó claro que no estaba dispuesto a tolerar la banalización de la muerte ni la deshumanización de figuras públicas, especialmente en momentos de luto mundial.

Sin filtros, calificó las palabras de Losantos como “la maldad personificada” y expresó su repulsa ante el nivel de desinformación y desprecio que había mostrado el locutor.

Su reacción fue visceral, pero también argumentada: expuso cómo el ataque al Papa Francisco iba más allá de la crítica ideológica, transformándose en una estrategia consciente de odio y provocación mediática.

Cintora no solo defendió la memoria de Francisco, sino que también lanzó una defensa apasionada del respeto, la decencia y la responsabilidad que deben regir la profesión periodística.

La magnitud del ataque de Federico Jiménez Losantos era tal que no se podía justificar simplemente como un ejercicio de libertad de expresión.

En su programa de radio, se refirió al Papa con términos despectivos como “Ganso”, “idiota” y “oportunista”, mofándose incluso de su defensa del medio ambiente y del cambio climático.

Este tipo de comentarios no solo resultaban ofensivos a nivel personal, sino que también contribuían a la desinformación y a la degradación del debate público.

Al ridiculizar la encíclica Laudato Si’ y los esfuerzos del Papa por promover la conciencia ambiental, Losantos trivializaba uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad, todo en nombre del sensacionalismo y la provocación barata.

Era inevitable que una respuesta firme surgiera de alguien comprometido con los principios básicos del periodismo.

Jesús Cintora, en un tono firme y sereno, fue desmontando uno a uno los argumentos y las falacias vertidas por Losantos.

No se trataba simplemente de defender a un líder religioso, sino de señalar la manipulación informativa, la falta de rigor y la banalización de temas cruciales como el cambio climático, la pobreza y la dignidad humana.

En su crítica, Cintora recordó que el Papa Francisco había sido un líder incómodo para los sectores más conservadores precisamente por su compromiso con las causas sociales y ambientales.

Por eso, su muerte no fue para todos un motivo de respeto, sino una oportunidad para lanzar ataques políticos disfrazados de opiniones personales.

Frente a esta estrategia de odio, Cintora alzó la voz en defensa de un periodismo que no renuncia a la ética ni a la humanidad.

La reacción de Cintora también abrió un debate más amplio sobre los límites de la libertad de expresión en los medios de comunicación.

¿Hasta qué punto se puede permitir que el insulto, la burla y la desinformación se presenten como opiniones legítimas? ¿Dónde está la línea que separa la crítica constructiva del desprecio gratuito? En su intervención, Cintora dejó claro que la verdadera libertad de expresión implica también una responsabilidad: la de informar

con veracidad, respetar la dignidad humana y evitar la promoción del odio como forma de entretenimiento.

Criticar a un Papa, a un político o a cualquier figura pública es legítimo; deshumanizarlos, especialmente tras su muerte, no debería serlo nunca.

Y ese fue el núcleo de su mensaje: defender el periodismo como una herramienta de construcción democrática, no como un arma de destrucción moral.

El estallido de Jesús Cintora no fue un simple gesto de indignación momentánea, sino una advertencia seria sobre el rumbo que está tomando el periodismo en España y en muchas partes del mundo.

Vivimos en una época en la que los contenidos más extremos, insultantes y polarizadores son los que más visibilidad obtienen gracias a los algoritmos de las redes sociales y las lógicas de la economía de la atención.

En este contexto, figuras como Jiménez Losantos encuentran terreno fértil para propagar discursos de odio disfrazados de valentía.

Frente a esta deriva, la postura de Cintora resulta no solo necesaria, sino también urgente.

Al levantar la voz con dignidad y respeto, recordó que el periodismo debe estar al servicio de la verdad, la humanidad y el bien común, no del escándalo ni del beneficio económico inmediato.

Su reacción, lejos de ser un exceso, fue una bocanada de aire fresco en un panorama mediático que parece cada vez más dispuesto a vender su alma al mejor postor.