😮 Carles Francino rompe el silencio: el robo, el accidente y la confesión más personal de su carrera
Todo comenzó con una visita inesperada.
Carles Francino, acostumbrado a ser quien hace las preguntas, esta vez fue el entrevistado.
Lo invitó Carolina Iglesias al programa humorístico “Ni tan mal”, un espacio que, a pesar de su tono desenfadado, acabó sacando una de las confesiones más impactantes del periodista en los últimos años.
Lo que parecía ser una charla distendida sobre bromas internas y cotilleos de redacción, se convirtió rápidamente en una ventana a una historia personal que dejó a todos con la boca abierta.
La conversación comenzó con una anécdota graciosa: según Chumi, la técnica de sonido del programa, el mismísimo Alejandro Sanz le había robado un sándwich.
Entre risas, Carolina Iglesias quiso saber si Francino también había sido víctima del “robo” del famoso cantante.
Pero lo que respondió el periodista no fue una broma ni una historia trivial.
Fue algo mucho más serio.
“No, a mí Alejandro Sanz no me robó nada, pero me robaron una moto en Tarragona”, soltó con total naturalidad.
Las risas se apagaron en segundos.
No solo fue el robo lo que sorprendió, sino todo lo que vino después.
La moto, una Osa Yankee de 500 centímetros cúbicos —un modelo potente y codiciado—, desapareció de la plaza Mossèn Jacint Verdaguer sin dejar rastro.
Francino, que entonces usaba esa moto como su principal medio de transporte, quedó desconcertado.
Durante días no supo nada.
Hasta que, en un giro casi cinematográfico, apareció misteriosamente en Viladecans, a casi 80 kilómetros de distancia.
¿Qué pasó en ese tiempo? Nadie lo sabe.
Ni la policía.
Ni el propio Francino.
Pero lo más estremecedor aún estaba por llegar.
“Esa moto casi me mata”, confesó.
No era una exageración ni una frase dramática.
Era la pura verdad.
Conduciendo por la autopista, el motor se bloqueó de repente.
Francino perdió el control.
La moto se detuvo en seco y lo lanzó violentamente al suelo.
Y lo más aterrador: “La moto me pasó por encima”.
Sí, literalmente.
El mismo vehículo que lo acompañaba día tras día, terminó convirtiéndose en una amenaza mortal.
Lo que lo salvó, según sus propias palabras, fue el casco.
“En aquel momento no era obligatorio llevarlo… pero me lo puse”, explicó.
Esa decisión, que podría parecer mínima, fue lo que marcó la diferencia entre la vida y la muerte.
El accidente lo dejó con una experiencia que nunca olvidará.
Y aunque reconoce que aquella moto tenía un significado emocional fuerte para él, también admite que fue el principio de un cambio profundo en su forma de ver la vida.
“Esa sensación de libertad al conducir sin casco… sí, se extraña.
Pero hay que llevarlo.
Siempre”, remató con voz firme.
La confesión fue como una bofetada de realidad.
Francino, siempre sereno y racional, había tenido un encuentro directo con la muerte.
Y aun así, en lugar de convertirlo en un drama público o un escudo mediático, lo guardó durante años como un recuerdo íntimo.
Ahora, por primera vez, lo compartía en un espacio ligero, sin grandilocuencias, pero con una sinceridad brutal que desarmó a todos.
Más allá del accidente, el periodista dejó entrever una nostalgia por esa época de juventud, en la que la carretera parecía un símbolo de libertad, y la vida tenía otro ritmo, menos controlado, más visceral.
El relato fue breve, pero cargado de emoción.
Y de pronto, esa figura intocable de la radio, se volvió más humana que nunca.
Este tipo de confesiones no suelen salir al aire.
Mucho menos de alguien como Francino, que ha construido su carrera sobre la credibilidad, la mesura y la distancia emocional justa.
Pero ahí estaba, hablándole a miles de personas que probablemente nunca imaginaron que, detrás de esa voz icónica, había una historia de pérdida, de milagro y de transformación.
Hoy, mientras disfruta de un merecido descanso veraniego y deja La Ventana en manos de Marta Delado, muchos oyentes no pueden dejar de pensar en esa moto, en ese casco, en ese accidente.
Porque esa historia no es solo sobre un robo ni sobre una caída.
Es sobre lo frágil que puede ser la vida, incluso para quienes creemos invulnerables.
Es sobre decisiones que salvan.
Y sobre la valentía de contarlo.
Carles Francino no necesitó titulares ni tragedias televisadas.
Solo necesitó una charla casual para contar una verdad que tenía guardada.
Y con eso, demostró que incluso las voces más firmes tienen historias que pueden estremecer hasta el alma.
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