🚨 La gran mentira del nuevo Madrid: Mbappé no es Jordan, Arda no es Vitinha y Xabi no es Ancelotti

El Bernabéu ha vivido noches dolorosas, pero pocas como esta.

La ilusión de una nueva era se ha desmoronado con la misma fuerza con la que se construyó.

Y no es por una simple derrota.

Es por lo que representa: el fracaso colectivo de un proyecto que se vendió como imbatible.

Las promesas eran muchas, el ruido mediático ensordecedor, pero hoy, la afición despierta con la peor de las sensaciones: la decepción.

Todo giraba en torno a Kylian Mbappé.

El “galáctico”, el elegido, el salvador.

Comparado hasta el hartazgo con Michael Jordan, el francés llegó con la corona puesta.

Pero en lugar de reinar, ha naufragado.

En los momentos importantes, desaparece.

Cuando el equipo necesita liderazgo, no lo encuentra.

Y el partido de esta semana fue el golpe más fuerte: Mbappé, lejos de ser un referente, fue una sombra de sí mismo.

Ni goles, ni magia, ni personalidad.

Su impacto ha sido más comercial que futbolístico.

Porque sí, vende camisetas, llena estadios, pero cuando la pelota quema…se apaga.

Y si Mbappé decepcionó, Arda Güler directamente se esfumó.

Comparado por algunos entusiastas con Vitinha, el turco prometía ser el nuevo arquitecto del mediocampo blanco.

Un jugador con visión, pausa, verticalidad.

Pero hoy por hoy, no es ni sombra de eso.

Las lesiones, la falta de minutos y una evidente fragilidad mental lo han convertido en un proyecto estancado.

Lejos está de ser ese mediocampista dominante que marca diferencia.

La pregunta es: ¿era demasiado pronto para tanta responsabilidad o simplemente no está al nivel?

Pero quizás el golpe más duro de todos tiene nombre en el banquillo: Xabi Alonso.

El heredero designado, el técnico joven y cerebral que llegaba para revolucionar al Madrid con su estilo propio, pero con el ADN de siempre.

Lo que se ha visto, sin embargo, es todo menos revolución.

El equipo no tiene identidad, no tiene alma y lo peor: no tiene dirección.

Ni defensa sólida, ni mediocampo ordenado, ni ataque con chispa.

Las alineaciones desconciertan, los cambios desesperan y los resultados condenan.

Xabi, con toda su elegancia y pasado ilustre, no ha sabido hacer que el equipo funcione.

Y en el Madrid, eso se paga caro.

El rival de esta debacle no fue un gigante europeo ni un clásico de pesadilla.

Fue un equipo serio, ordenado, con hambre, que dejó al descubierto todas las carencias del nuevo proyecto blanco.

Porque si algo ha quedado claro esta temporada es que el Real Madrid no tiene una idea clara de hacia dónde va.

Entre fichajes mediáticos, apuestas de futuro y decisiones técnicas dudosas, el equipo se ha convertido en una suma de piezas brillantes… que no encajan.

Y el problema no es solo deportivo.

Es de discurso.

Se prometió una nueva era.

Se vendió una transición controlada, un relevo generacional guiado con precisión quirúrgica.

Pero lo que vemos es un club atrapado entre la nostalgia del pasado y la ansiedad por recuperar la hegemonía.

Quieren a un nuevo Ancelotti, pero no hay paciencia para formar uno.

Quieren una nueva BBC, pero no hay química ni jerarquía.

Quieren juventud, pero exigen resultados de veterano.

La derrota de esta semana no es solo un resultado.

Es un símbolo.

El símbolo de que el plan no está funcionando.

Que Mbappé no es Jordan.

Que Arda no es Vitinha.

Y que Xabi, por ahora, no es Ancelotti.

Y lo más preocupante es que, si el club no reacciona, lo que hoy es una decepción puede convertirse en una crisis prolongada.

Mientras tanto, los aficionados comienzan a perder la fe.

La euforia de verano se ha convertido en frustración de invierno.

Las esperanzas en promesas se tornan en preguntas sin respuesta.

Y la sensación de que algo no encaja se vuelve cada vez más evidente.

Porque sí, el Madrid ha perdido muchos partidos a lo largo de su historia.

Pero pocas veces ha perdido tanto en una sola noche: confianza, identidad… y credibilidad.