El atentado sufrido por Miguel Uribe Turbay, exalcalde de Bogotá y figura política prominente, ha conmocionado a Colombia y al mundo entero.

Sin embargo, detrás de las noticias y la información oficial, está el testimonio desgarrador y lleno de esperanza de María Claudia Tarazona, esposa de Miguel, quien ha vivido con angustia y fortaleza cada minuto de esta terrible experiencia.

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En una entrevista exclusiva, María Claudia comparte su dolor, su fe y su lucha por mantener viva la esperanza de que Miguel regrese sano y salvo a su familia.

 

María Claudia Tarazona lleva más de un mes aferrada a la fe y al amor que la une a Miguel y a sus cuatro hijos: Alejandro y sus tres hijas.

Desde el momento del atentado, su vida cambió radicalmente.

Recuerda con una mezcla de terror y serenidad los primeros momentos tras el ataque, cuando acompañó a Miguel en la ambulancia, sosteniendo su cabeza y rogándole que no se fuera, que siguiera luchando por la vida, por su familia.

 

“Los 15 minutos más largos de mi vida”, describe María Claudia las primeras horas posteriores al atentado.

El diagnóstico inicial fue devastador: muerte cerebral.

Los médicos le dijeron que sólo quedaban horas.

Sin embargo, ella no perdió la esperanza y tomó la difícil tarea de contarles a sus hijas lo sucedido, pidiéndoles que le enviaran mensajes de amor a Miguel, para no cerrar el ciclo con un adiós definitivo.

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En medio de la incertidumbre y el dolor, María Claudia hizo una promesa a Miguel y a sus hijos: estaría ahí para cuidar de Alejandro, el mayor tesoro de su esposo, y mantendría viva la esperanza de una segunda oportunidad.

“Cuando Alejandro tenga hijos y esos hijos tengan hijos, te voy a ir a buscar y va a haber una segunda oportunidad para ti y para mí”, le dijo a Miguel en un momento de profunda conexión y amor.

 

Su fe en Dios ha sido su pilar fundamental para sobrellevar esta situación.

Confiesa que no siempre es fácil, que hay momentos de angustia y tristeza, pero que la entrega total a sus hijos y la confianza en un poder superior la mantienen firme.

“Dios es mi papá, él sabe lo que hay en mi corazón y sabe qué es lo que yo quiero”, afirma con convicción.

 

María Claudia no ha querido ver las imágenes del atentado ni revivir esos momentos dolorosos.

Sin embargo, ha reflexionado profundamente sobre el niño sicario de apenas 14 años que disparó a Miguel.

En lugar de rencor o rabia, siente un dolor profundo y una crítica hacia la sociedad que permite que niños sean usados como instrumentos de violencia.

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“Cuando uno a los 14 años empuña un arma, en vez de estar pateando un balón, el problema no está en él, sino en qué tipo de sociedad somos y cómo normalizamos que niños sean instrumentos de la guerra”, dice con tristeza y una mirada crítica hacia el contexto social que genera estas tragedias.

 

Uno de los aspectos más desgarradores para María Claudia ha sido enfrentar el dolor de sus hijos, especialmente de Alejandro, el pequeño de cuatro años que no entiende por qué le pasó algo así a su papá.

“Lidiar con el dolor y la tristeza de uno es un tema, pero de los hijos es otro nivel”, comenta con la voz quebrada.

En esos momentos, se encomienda a la Virgen María y al Espíritu Santo para encontrar la fortaleza necesaria para sostener a sus hijos y a sí misma.

 

La relación entre María Claudia y Miguel es una historia de amor que se fue construyendo con paciencia y respeto.

Miguel se enamoró de María Claudia no solo como mujer, sino como madre y figura familiar fuerte, a quien admiraba profundamente.

A pesar de la diferencia de edad y los retos personales, lograron formar una familia unida y feliz, con la llegada de Alejandro como un regalo que los unió aún más.

 

María Claudia recuerda con ternura los momentos previos a su matrimonio en 2016 y la emoción de convertirse en madre junto a Miguel.

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“Él me dijo que no se iba a perder ni un minuto de la vida de Alejandro”, cuenta emocionada, subrayando la importancia que Miguel daba a la familia.

 

El estado de salud de Miguel Uribe Turbay sigue siendo reservado por el equipo médico, y María Claudia ha decidido respetar esa privacidad.

Vive cada día sin saber qué traerá el mañana, concentrándose en el presente y en cada pequeño avance que su esposo pueda hacer.

“Veo a Miguel con vida, su cuerpo caliente, su corazón latiendo, su respiración. Le digo ‘Gracias, amor lindo, por un día más de tu vida al lado mío’”, relata con una fe inquebrantable.

 

Esta fortaleza también se refleja en su actitud hacia la política, un terreno que reconoce como peligroso y riesgoso, pero que por ahora queda en un segundo plano frente a la prioridad de la recuperación de Miguel.

María Claudia evita hablar de política hasta que Miguel pueda volver a “patear el balón”, como ella misma dice.

 

La familia Uribe Tarazona no está sola en esta lucha.

La solidaridad de amigos, desconocidos y la comunidad colombiana ha sido un apoyo fundamental.

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Marchas por la vida de Miguel, oraciones colectivas y muestras de cariño han fortalecido a María Claudia y a sus hijos en estos momentos difíciles.

 

Ella misma reconoce que el amor y la fe de la gente forman parte del milagro que mantiene a Miguel con vida.

“Esa oración lo está sanando. Esa oración hace parte del milagro y el milagro de yo estar acá, el amor de la gente me mantiene en pie también”, afirma con gratitud.

 

María Claudia sueña con el día en que Miguel pueda caminar de nuevo, tocar el piano y volver a la vida cotidiana junto a su familia.

Mientras tanto, continúa acompañándolo en la clínica, cantándole canciones de iglesia que él ama, escribiendo un diario con todo lo que ha vivido y orando sin cesar.

 

Su testimonio es un ejemplo de amor, resiliencia y fe en medio de la adversidad.

La historia de María Claudia y Miguel es también un reflejo de la realidad que viven muchas familias en Colombia, víctimas de la violencia y la injusticia, pero que no pierden la esperanza ni la lucha por la vida.

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